Hay varios factores que
ayudan a definir nuestras preferencias en comida, incluso podemos cambiar los
alimentos que disfrutamos cuando queramos. Sólo requiere de un poco de tiempo y
esfuerzo.
Lo primero que debemos
saber sobre nuestras preferencias en comida es que tienen la influencia genética, la cual
juega un papel muy importante. Cuando nacemos, tenemos preferencia por
los sabores dulces, y rechazamos aquellos sabores amargos o agrios.
Los recién nacidos
tienen reacciones inmediatas a los sabores dulces y amargos, pero los sabores
salados se van desarrollando con el paso del tiempo, esto se debe a que la sal
tiene el resto de los minerales que necesitamos para sobrevivir.
Además somos más
propensos a consumir comida chatarra o alimentos altos en grasa, gracias a la
gran cantidad de calorías que contienen y porque nos proporcionan
energía.
Algunas investigaciones
han demostrado que hay grandes diferencias de género en
la comida que elegimos consumir. A los hombres, por ejemplo, aparentemente les
gusta la carne,
y a las mujeres les gustan los dulces. Esto puede tener una explicación
histórica (se sabe que antes de la agricultura, los hombres cazaban y las
mujeres recolectaban frutos), probablemente, tiene mucho que ver con cómo vemos
los diferentes tipos de comida.
¿Qué podemos hacer para
mejorar nuestros hábitos alimenticios relacionados a la psicología?
Utilizar platos más
pequeños - si utilizamos platos más pequeños nuestra porción parecerá más
grande, lo que nuestra mente interpretará de manera en la que nos llenaremos
mucho más, cuando en realidad estamos comiendo lo mismo.
Comer más lento -
la saciedad que proporcionan ciertos alimentos tarda en aparecer, por lo que es
mejor masticar bien, saborear los alimentos, y de este modo también estaremos
disminuyendo la cantidad de comida que ingerimos, ya que nos llenaremos más
rápido.
Evita las palabras
"light" y "diet" - los
alimentos light y diet generalmente son comidas llenas de químicos e
ingredientes artificiales; cuando vemos alguna de estas
palabras, automáticamente pensamos que podemos comer más de estas comidas sin
consecuencia alguna, y esto puede llevar a comer de más.
El color también es
importantísimo en nuestra percepción. En cuanto a los alimentos, nos ayuda a
distinguir los alimentos naturales de los artificiales.
Por poner un ejemplo,
el color azul no tiene mucha cabida entre los alimentos naturales y, por lo
tanto, es el color menos apetecible, llegando incluso a provocar rechazo visto
en la mesa. Piensa por un momento en un huevo frito con la yema azul. ¿te
apetece? La verdad es que a mí no, incluso se utilizan platos azules para
facilitar las dietas para perder peso, haciendo que el comensal pierda pronto
el apetito.
Por otro lado, colores
como el rojo, verde o amarillo, abren casi instantáneamente el apetito, un dato
muy útil a la hora de la elección de manteles en nuestra mesa.